Cofradías lucentinas en 1927. En Silencio

COFRADÍAS LUCENTINAS EN 1927

(c) Manuel Guerrero Cabrera

El 27 de junio de 1927, Antonio Víbora firma un artículo en La Voz, diario editado en Córdoba, un artículo en el que se aqueja del estado de algunos templos de nuestra ciudad. Así, lamenta el mal estado de la iglesia de la Madre de Dios, de San Pedro Mártir (del que apunta que se utiliza para el tráfico de vino y vinagre), el convento de Santa Ana y el de Mínimos, y, además, enuncia que son muchas las que se habían caído de manera reciente, como la del Cristo del Valle, la de Nuestra Señora de la O (con alusión al suceso de Sánchez de Villaroel con Barbarroja) o la de San Jorge. En no mejor estado se encontraba el santuario de Nuestra Señora de Araceli, que, para ser reparada, se emplearon los pocos fondos de la Obra Pía y la ayuda del ayuntamiento.

A continuación, realiza un listado de las cofradías erigidas en Lucena, un total de 24, en orden cronológico, desde 1507 (la de La Asunción) hasta 1724 (la Congregación del Pecado Mortal y de la Servitas); entre ellas, por interés con el Cristo de la actual Cofradía del Silencio, la de la Escuela de Cristo en 1671.

Este listado se complementa con otro en el que nombra a las cofradías existentes , que en aquel 1927 caracteriza «arrastrando una vida lánguida»:

La de Jesús Nazareno, como más importante; la del Carmen, la Veracruz, la Caridad, la Escuela de Cristo y la de la Aurora; se han fundado recientemente la del Señor de la Columna y han resurgido la de Jesús de la Sangre y la de la Soledad, y se fomenta por todos los medios el espíritu corporativo para la prosperidad de otras dos ya fundadas, cuales las de las Angustias y la del Señor de la Humildad.

Estas 11 cofradías conformarían la vida religiosa de aquel 1927. En un último apartado, Antonio Víbora afirma que los gobernantes de Lucena «se aprestan con decisión y brío a volver por la fe y tradiciones de sus mayores, que son los más preciados tesoros de los pueblos».

En efecto, la fe y las tradiciones de Lucena son dos de sus más preciados tesoros. Todas las cofradías han ayudado a acrecentar la fe y a mantener las tradiciones lucentinas a lo largo del tiempo.

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