Picadas: primera colaboración en Surdecordoba.com

Picadas
(c) Manuel Guerrero Cabrera
He aquí mi primer artículo en Surdecordoba.com, tras la invitación de la redacción de este periódico.
«Quien se pica, ajos come», dice el refrán, paremia compartida, y yo estoy «picado» por la invitación de la redacción de Sur de Córdoba: «Escribe sobre lo que tienen en común Lucena y Cabra». En verdad, ¿hay algo que una a estas dos localidades, además de la autovía del Olivar y el proyecto Abraza2? Se viene a mi memoria la anécdota que relataba en una de sus vivencias mi amigo Juan Miguel Caballero Aroca «Machaco» sobre un lucentino, llamado Amadeo, que iba a vender hojaldres diariamente a Cabra al pregón de «Vendo hojaldres de Lucena. Yo de fútbol no entiendo». Y es que el deporte ha sido uno de los acicates para diferenciar en lo nacional, ¿cómo no iba a serlo en lo comarcal? Si hablamos del número de población o de vehículos, de la industria, de la economía e, incluso, del deporte; es evidente que hay un abismo entre una y otra; sin embargo, yendo más allá, como me llaman demasiado la atención debido a mi afán filológico, considero las palabras –y la forma de expresarlas– lo que más las unen. Por supuesto, hay curiosidades lingüísticas propias de cada población (como el significado de «ser novios» o «estar enamorados» que posee el verbo «hablar» en Lucena) y, en especial, cuando desde una se nombra a la otra. Esta situación, además de curiosa, es relevante: si dos lucentinos mantienen una conversación y uno de ellos comenta que «irá a Cabra», podemos afirmar con verdad fidedigna que tratan un asunto de salud y que el otro le preguntará: «¿Estás enfermo?». Esta expresión de «ir a Cabra» quiere decir «ir al hospital», lo que vale como perfecto ejemplo de esa figura literaria llamada metonimia: la ciudad por el edificio o, como mejor se recuerda, el todo (Cabra) por la parte (hospital). Pero este mismo ejemplo se encuentra en la otra localidad en el ámbito laboral, pues una egabrense (no siempre tienen que hablar los hombres) comentará que va a Lucena para indicar explícitamente que trabaja allí y, si lo hace en una nave, es probable que acabe denominando extraterrestres a los lucentinos, debido al alto número de estos edificios industriales existente en sus polígonos. Esto me hace llegar a una conclusión: he ahí, donde más les duele, donde están picadas; Lucena, por el hospital; Cabra, por el trabajo. Pese a esto, me reafirmo en que las palabras son precisamente lo que más las unen. No nos tiene que «dar fatiga» hablar como lo hacemos, decir que cuidemos nuestro «charnaque», «picarse» con algo, alegrarnos de que los adolescentes tarden «cero coma» en realizarlo todo… de que tengamos términos que en la Subbética, al sur de Córdoba, sean únicas en su significado y, en especial, en Lucena y Cabra, donde se emplean y se entienden. No obstante, por citar algo más manifiesto, cada ciudad venera su Virgen patrona (ambas con su ermita en lo alto de una sierra de la que la bajan, la mantienen un mes en la parroquia mayor de la localidad y la vuelven a subir en romería), posee su semana Santa característica (curiosamente, ambas procesionan un conjunto escultórico de la Entrada en Jerusalén –Pollinita– del siglo XVIII y el original paso del Lavatorio, entre otras imágenes), su fiesta grande es en septiembre, Juan Valera y Barahona de Soto (los escritores más conocidos de Cabra y Lucena, respectivamente) denominan dos de las calles del centro… En definitiva, tienen en común mucho más de lo esperado. Quizá por esto mismo exista tanto «pique»… Casi me olvidaba de esta palabra compartida y que las acercan para lo bueno y para lo malo. En fin, también podría referirme al futuro, a la colaboración o a la amistad, pero lo que une verdaderamente a Lucena y a Cabra, es, paradójicamente y sin duda, su particular «pique».