A la vejez, Internet. Artículo en Cabra digital

El maestro don Manuel Alcántara, que el pasado 10 de enero cumplió 85 años –como él mismo diría– de residencia en la tierra, comentó hace ya bastante tiempo que se considera su generación, la de los niños de la guerra, la que «comió a salto de mata y muchas veces comió las matas propiamente dichas», es la que ha aumentado la esperanza de vida. Esta generación y la que le sigue son quienes hoy han incrementado más el uso diario de Internet, según se desprende del informe La sociedad de la información en España 2012 de Telefónica. Aunque los jóvenes siguen siendo el grupo mayoritario, ha sido concretamente el grupo de edad entre 55 y 64 años el que ha crecido seis puntos respecto a 2011. Resulta muy llamativo que muchas personas que tuvieron una infancia de juego en la calle y en las plazas, y no todos los juguetes ni los medios para ello, hoy prefieran la red y, en especial, las de tipo social como Facebook o Twitter. Insisto: resulta muy llamativo que, aunque la edad no les permite volver a jugar a las plazas, se prefiera la comunicación por Internet a un momento de coloquio o de chat al modo tradicional con amistades y paisanos. Bien parece que la crisis no ha sido ningún obstáculo para que se haya intensificado el uso de las redes sociales en la vida de los españoles.
Si así es el proceder de quienes vivieron la Posguerra, hoy que los niños y los jóvenes apenas juegan en la calle y disponen de juguetes y de teléfonos móviles variopintos, ¿cómo se comunicarán cuando alcancen la adultez y la senectud? ¿Qué tipo de tecnología se creará y conocerán? Espero que la juventud de hoy tenga en cuenta para el futuro esta cita del historiador Arnold J. Toynbee:
La tecnología es una fuerza moralmente neutral. Es capaz de convertir la superficie del planeta en un matadero, pero también puede convertirla en un vecindario. (…) Suponiendo que hemos decidido estar del lado de los ángeles, ¿cómo hemos de tratar a quienes todavía no han discernido las señales de los tiempos? La única respuesta promisoria es devolver bien por mal, y nunca cansarnos de desempeñar ese difícil papel.

Los mudos del cine. Artículo en Lucenahoy.com

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
 Como escribió Vicente Aleixandre en su poema «Adolescencia», cuando vi por primera vez una película muda. Cursaba COU y don Antonio Cruz Casado, profesor de lo literario y lo cultural de mi vida, nos ofreció las vanguardias más allá de la Literatura, con el visionado de El gabinete del doctor Caligari en clase. Recuerdo que me fascinó tanto que varias noches estuve imaginándome a Cesare por los tejados de Lucena. Hoy sigo teniendo más afecto a aquel decorado retorcido y anguloso de cartones de tendencia expresionista de 1920 que al mejor escenario ultrarrealista del cine actual.
A partir de entonces comencé a buscar títulos de aquel cine lejano, hecho a golpes de luz y de poderosa sugerencia lo que no me resultó fácil (hoy, con Internet, es diferente), pero conseguí El golem, otra gran obra expresionista con un monstruo un tanto estrafalario y una escena final inolvidable.
Más tarde hallaría Nosferatu, que es la mejor versión cinematográfica de Drácula; Metrópolis, que ha influido en el cine posterior (en títulos tan conocidos como Blade Runner, El quinto elemento o Matrix), aunque me resultó menos entretenida y sin un final brillante; y El acorazado Potemkin, una lección artística del cine. He vibrado con el tango de Rodolfo Valentino en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, me he reído con Charlot y me ha llegado a aterrar la maldad de El doctor Mabuse. Y es que Cesare, Nosferatu, el doctor Mabuse y los demás, sin una palabra, me han dicho más que otros personajes en películas sonoras. Algo así debió pensar Chaplin cuando hacia el final de Tiempos modernos, largometraje sonoro y mudo al mismo tiempo, obliga a cantar una letra ininteligible a su personaje Charlot, quien no había dicho nada en toda la película: Charlot nos llega más con su silencio. Esta misma impresión recibo de The artist, la más moderna de las mudas que he visto, que es algo más que un reencuentro con el origen del cine y el fin de su etapa muda, aunque reconocemos técnicas propias de principios de siglo XXI, un siglo que, aunque pueda llamarse de las comunicaciones y destaque por la infinidad de medios para manifestarnos, se recordará sus primeras décadas por no ponernos de acuerdo ni saber cómo relacionarnos. Esta es una de las consideraciones que me trasladó la película realizada en 2004 Hierro 3, en la que la pareja protagonista no habla; todos quieren comunicarse con ellos por distintos motivos, pero su cómplice silencio es el vínculo que los mantiene unidos.
Es muy probable que Blancanieves de Pablo Berger sea otro gran título para el cine mudo, el español y el moderno, pero no consigo comprender cómo puede estar nominada en los premios Guadí en la categoría de «Mejor película de habla catalana»… Parece ser que los carteles con las palabras de los personajes aparecen en castellano y en catalán al mismo tiempo, lo que ha permitido que se le pueda nominar en esta categoría. Puestos así, si no recibiera el premio, siempre pueden ir añadiendo distintos idiomas a los carteles, por ejemplo, la lengua de Shakespeare que hablan más de quinientos millones de hablantes; porque estamos hablando de los primeros personajes del cine mudo-bilingüe y, de ahí a políglota, queda menos.