Entrevista en el periódico Irreverentes por Las salinas del aliento

Una nueva entrevista aparece sobre Las salinas del aliento.
http://periodicoirreverentes.org/2015/12/10/las-salinas-del-aliento-de-manuel-guerrero-cabrera/
Poesía y paternidad se aúnan en “Las salinas del aliento”, el nuevo poemario de Manuel Guerrero Cabrera que la editorial madrileña Cuadernos del Laberinto tiene a bien incluir en su catálogo.
El poeta celebra el nacimiento de su hija Malena, y junto a sus palabras vamos recorriendo el proceso de gestación, el proceso de esperanzas y temores que acompañan a esta experiencia vital.
No me importa el color con el que mirarás,
porque sé que cabrán en él un par
de todas las naciones de la tierra.
 La creación se bifurca en carne y letra, y el amor refuerza su hazaña de levantar imperios en la nada, en las arenas de una ilusión que se va cimentando tras nueve meses.
¿Qué sobrevivirá
tras esta travesura de tu vida?
¿El color de la luna en la mirada?
¿Quizás la vieja sangre y el amor?
¿La ciudad de los brazos y del fuego?
Nosotros.
Guerrero logra hacer un gran homenaje a su hija y con ello universaliza la paternidad y nos da una referencia de los sentimientos que acompañan el concepto de “linaje”,  la idea de pervivencia y eternidad.
Pocos libros han sabido tratar tan bien el pensamiento de la figura paterna en la familia. Con dulces y certeras pinceladas Las salinas del aliento asume la complejidad de esas instantáneas claves, de esos momentos precisos que el gran regalo de la vida, que el nacimiento de un hijo provocan.
 Ecografía.
Corazón delator.
La nueva vida.
Con estos tres versos Manuel Guerrero Cabrera anuncia que va a ser padre. Padre de los versos recogidos bajo el título de Las salinas del aliento, así como de una hija, Malena, que llegará al mundo y a la poesía en la parte final del libro. La oportuna coincidencia de ser padre y poeta en Manuel expresa el temor y las ilusiones de la paternidad en lo cotidiano ante la llegada de una nueva vida. Pero no todo es alegría para el padre, pues el poeta sabe que la vida es dolor y que su hija habrá de encontrarlo. Como apunta Luis Alberto de Cuenca en el prólogo, Manuel Guerrero es «un artista de la memoria, que se resiste a olvidar las películas de dibujos animados de su infancia, como la futbolística Oliver y Benji. Él se identificaba en esa serie con Julian Ross, el capitán y centrocampista del Mambo, que tenía problemas cardíacos. A todos se nos rompe el corazón cuando dejamos de ser niños, como nos recuerda Manuel en su poema Campeones. Pero criaturas como Malena nos reconstruyen por dentro y nos ayudan a seguir adelante».
“Mi intención con el título era el de mostrar la dicotomía de la vida en dolor y alegría, ambos necesitándose mutuamente.”
Entrevistamos a Manuel Guerrero y es él mismo, es la voz del poeta quien desvela su creación:
 P.: “Las salinas del aliento” (editorial Cuadernos del Laberinto) un nuevo libro que refleja, principalmente, una nueva vida: la de su hija. ¿El proceso de escritura coincidió con el de gestación?
R.: Las salinas del aliento se divide en tres partes. La primera en su totalidad y parte de la segunda fueron escritas durante el embarazo. En cuanto a la tercera y a algunos poemas de la segunda, se crearon tras el nacimiento. En verdad, fue este hecho el determinante para revisar el conjunto de poemas y darle la forma que ahora tiene.
P.: Su poesía está llena de amor y compasión “Desde que existes/ temo que te duela/ la herida de la vida.”
¿Ha cambiado la paternidad en su forma de escribir, incluso de leer?
R.: Totalmente, en especial la de escribir, porque los motivos e impulsos de mis versos son más intensos. O esa es la sensación que tengo.
P.: ¿Cómo ha influido el tango en su literatura?
R.: El tono melancólico y triste del tango se percibe en mi primer poemario, El desnudo y la tormenta (2009), continúa en Loco afán (2011) y se va desvaneciendo en El fuego que no se extingue (2011); sin embargo, en Las salinas del aliento la sugerencia llega mediante motivos de los tangos de Homero Expósito, Homero Manzi o Enrique Cadícamo.
P.: Siempre ha estado unido a los medios de comunicación, bien gracias al programa La voz a ti debida en Radio Atalaya de Cabra, bien gracias a sus aportaciones a revistas como Angélica. Revista de Literatura, Ágora. Revista de Literatura, Saigón, El coloquio de los perros, Espacio habitado, Aldaba, etc.
¿Es usted un gran transmisor de literatura, de poesía, como los antiguos juglares?
R.: Gracias por lo de «gran transmisor», pero creo que es exagerado. Sí puedo afirmar que desde 2008 he intentado acercar la literatura y, en concreto, la poesía al público desde la radio, desde distintas publicaciones como Saigón –de la que soy responsable–, y con actividades culturales. He pretendido, especialmente, llegar al público joven y lo he conseguido en varias ocasiones. Es una sensación maravillosa que un chaval de 15 años prefiera leer en un recital abierto algún poema de Bécquer o de otro autor a estar en el botellón.
P.: Luis Alberto de Cuenca le rinde un homenaje en el prólogo que abre el libro ¿Es una admiración mutua?
R.: No hay palabras suficientes para agradecer a Luis Alberto el prólogo de Las salinas del aliento. Aunque lo había leído, tuve la suerte de conocerlo en 2007, con motivo de entrevistarle para la revista Saigón, y, motivado por esto, releí su poesía y me cautivó. Tanto es así que desde mi primer poemario he pretendido mostrar mi admiración en citas o en versos que lo recuerden.
P.: ¿Cómo surgió el título?
R.: Mi intención con el título era el de mostrar la dicotomía de la vida en dolor y alegría, ambos necesitándose mutuamente. La sal proviene del tango «Malena» («Tu canción se hace amarga en la sal del recuerdo»), que me había convencido para darle motivos de este tango a dos de las partes del poemario: «Pena de bandoneón» y «En la sal del recuerdo». Y el aliento… Así, «aliento» era el título de la primera parte del poemario y no quise desechar la palabra.
P.: Los últimos versos del libro son un profundo poema de amor.
(Guárdame en la marítima amplitud de tus ojos,
para que me vaya y vuelva entre brisas y olas,
hasta que me deshagan tus párpados de arena,
hasta que me disuelva en la sal del recuerdo.)
R.: Muchas gracias por sus palabras. El poema que cierra el libro es de los que más me gustan del conjunto, porque remata la tercera parte del libro (la de la hija ya nacida) y porque recoge algunos motivos diseminados por el poemario para crear un poema nuevo.
P.: El poemario acaba con una sabia recomendación:
“A los que leen y a los que me leen.
Seguid, al menos, haciendo lo primero.”
R.: Es un lema que tengo desde mi primera publicación. Creo que es un buen modo de incitar a la lectura y, además, es una cita que no olvidan fácilmente quienes la leen, según me comentan.
P.: ¿Cuál es su libro de poesía de cabecera, ese que casi se sabe de memoria?
R.: La obra poética de Miguel Hernández y, de todos sus títulos, El rayo que no cesa. El verso, el soneto, la temática, los recursos y las imágenes siempre son un aliciente para tenerlo en mi memoria. Mi alumnado se sorprende de que sea capaz de recitarles de memoria la «Elegía a Ramón Sijé». Si supieran que me sé más poemas de ese libro…
P.: ¿Con que título reciente se ha quitado el sombrero?
R.: Sucesión de lunas de Jesús Cárdenas, en especial, los poemas de la primera parte.
P.: ¿Tiene libro electrónico? ¿Cree que finalmente acabarán con el libro en papel?
R.: Tuve uno que se dejó de funcionar y no me he preocupado por tener otro. Me gustaba el libro electrónico por la cantidad de obras que podía tener a mano (ahora las llevo en el móvil), pero no lo echo de menos. Es más, prefiero el libro de papel para obras que me gustan y que son únicas: abrirlo, cerrarlo y hojear en un vistazo pasando páginas es un placer que no te da el electrónico. Con el tiempo, el electrónico le ganará el terreno al papel, pero primero tiene que adueñarse del gusto que da leer un libro de papel.

Para el esperpento nacionalista en La Opinión de Cabra

En un artículo reciente escribía el escritor lucentino Julián Valle acerca de lo esperpéntico que será la Cataluña independizada, frontera con España, llena de personas nacionalizadas españolas. Y remataba que el esperpento es, paradójicamente, muy español, lo que es una afirmación tan acertada como sensacional.

Por mi parte, confieso que esto de la independencia me resulta más bochornoso de lo que esperaba. Si se supone que hay mayoría para independizarse, no entiendo lo de tanto marearse con que unos no quieren a Mas como presidente y que otros no quieran colocar a un tercero que no sea a Mas de lo mismo. Es decir, ¿tanta ambición personal, cabezonería intransigente y ánimo de llamar la atención hay que, teniendo un fin común, no son capaces de ponerse de acuerdo? ¿O es como aquello que cantaba Serrat de que «no hay nada más bello que lo que nunca he tenido» y, por esto, tanto paripé independentista, para que, al tener lo deseado, digan aquello de que fue bello, como la canción, mientras duró?

Pero no es mi intención dedicarle unas líneas al sinsentido de la política catalana en ese aspecto, sino en otro: leo las encuestas y, como cualquiera, observo que PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos obtendrán varios escaños. Que se preparen y se enfrenten, porque son potenciales ganadores, quieran o no.

Enhorabuena. Que Dios reparta suerte.

Lo curioso está en el resto de partidos y, concretamente, en los partidos catalanes que formarán parte de la cámara. Los medios y la sociedad están tan atentos a estos cuatro que no se observa al resto y su insensatez. Miro y observo que están, entre otros, Convergencia Democrática de Cataluña (dentro de un conjunto de partidos catalanes) y Esquerra Republicana… Y esto no me cuadra: en noviembre, el bloque independentista en Cataluña pone en marcha la máquina para separarse de España y… ¿cómo es que se presentan a estas generales? ¿Qué coherencia tiene la de firmar un plan para independizarse de un país y, seguidamente, participar en unas elecciones al gobierno de este? ¿Qué credibilidad tienen estos partidos y sus miembros? Esquerra Republicana comenta que para luchar por la independencia mediante el diálogo, pero… ¿no se ha hecho un acta de independencia sin diálogo?

Por supuesto, derecho tienen, porque aún son partidos españoles (y, como buenos españoles, han presentado un recurso al Tribunal Constitucional, sobre el que dijeron que en su acta independentista que estaba deslegitimado y sin competencias); y, en el futurible de la Cataluña independiente, estoy seguro de que no abandonarán sus escaños españoles sin más, ni darán la media vuelta y se irán con el sol cuando llegue la tarde. En efecto, en el afán de nacionalizar como catalán el esperpento, agotarán la legislatura y harán viajes internacionales al país con más españoles del mundo que comparte fronteras con España, como bien apuntó Julián Valle. Recordemos lo de que no hay nada más amado que lo perdido, por lo que perder a España dejaría a estos partidos independentistas un vacío existencial que de alguna manera tendrán que llenar.

Al final me voy a convencer de que se presentan a las generales españolas por triste desatino, por razones ontológicas y por pura pena.

Reseña de Las salinas del aliento por Gema López en La Contraportada

Ha aparecido una nueva reseña de Las salinas del aliento en La contraportada de Gema López. Aquí puedes leerla:

http://lacontraportada.wix.com/lacontraportada#!Reseña-Las-salinas-del-aliento/cu6k/56642cf00cf2533368610a2b

Manuel Guerrero, poeta consagrado y escritor de varios ensayos y un libro de relatos (Para despertar), nos trae esta obra de poesía con rima asonante que me ha llamado poderosamente la atención. El autor dedica el libro a su hija Malena, por lo que tenemos una obra que se presenta, entre otras cosas, como un poemario autobiográfico.

 

En los libros de poesía es normal que no todos los poemas tengan la misma temática. En un solo libro se puede hablar del deseo, el amor, la muerte, la rutina… En este poemario los versos siguen vistiendo emociones tan diferentes como la tristeza, la alegría, la nostalgia y el amor. Sin embargo, aunque cada poema trasmita una emoción e incluso una temática o un momento distintos, todos los poemas tienen su piedra angular en un solo hecho, el nacimiento de Malena, la hija del poeta. De modo que contiene poemas muy dispares entre sí pero todos acaban versando sobre el mismo tema. Esto me parece muy positivo. Es normal que para comprender libros de poesía abstracta haya que leer los poemas una y otra vez, y es frecuente que nunca se comprendan absolutamente todos. Este libro, al tener tan claro cuáles son las motivaciones del autor para escribir (la llegada de su bebé) facilita la lectura de los poemas y se evocan los sentimientos que transmiten las palabras con mayor facilidad.

Yo no he pasado nunca una experiencia similar a tener un hijo. Leer esta obra me ha hecho reflexionar sobre todas las emociones que se deben de despertar en una persona cuando va a ser padre o madre. No hablamos solo de la ilusión que da tener un bebé, sino de un montón de preocupaciones: la situación económica para criar a la niña, el deseo de que viva feliz en un mundo que suele ser muy duro… Se habla también de la nostalgia del poeta, de sus recuerdos de la niñez, del amor que siente por la hija y por la madre… En definitiva,tener una hija hace que el poeta se replantee su propia vida. 

 

Para mí, leer estos poemas ha significado que alguien me explique un sentimiento que nunca antes había sentido.

 

 

 

Reseña sobre Las salinas del aliento por Julián Valle en Surdecordoba.com

Aquí el primer artículo que aparece dedicado a Las salinas del aliento. Lo realiza Julián Valle, quien siempre tiene buenas palabras hacia mis versos, y lo titula «Ella es su aliento».
http://www.lucenadigital.com/colaboradores/6493-ellas-es-su-aliento-por-julian-valle-rivas.html
Como soy un negado para la lírica —carezco de la sensibilidad precisa para abordar con destreza honrosa el paradigma del verso, el metro y la rima, en asonante o consonante—, las palabras consagradas a Las salinas del aliento, última obra de Manuel Guerrero, que usted, lector generoso, se dispone a leer, no las tecleo porque Guerrero sea mi amigo desde hace más de veinte años. Tampoco porque se trate de uno de los  mejores poetas vivos del panorama literario, único al que sigo con puntual actualidad. Y mucho menos porque me haga el honor de prologar o introducir mi nuevo libro, que probablemente saldrá en primavera…
No. Nada de esto. Estas palabras las tecleo por ella. Por aquella persona a quien el autor dedica su obra. A su fuente de inspiración y destino de cada composición. Estas palabras las tecleo por su hija. Por Malena, que con apenas un año, otorgando dignidad a su nombre, ya ha vivido más que la mayoría de nosotros juntos… Vaya, así, por ella.
    
Dividida en cuatro partes, Las salinas del aliento es concebida cuando «Ecografía. / Corazón delator. / La nueva vida»; esto es, cuando la conciencia de la paternidad es fecundada en la mente, el corazón y el alma del poeta. Entonces, como la luz de una estrella incandescente, con ese corazón subyugado a un amor en potencia, las palabras irradian todo el espectro creativo de un padre para quien el proyecto de serlo resulta una mera cuestión temporal, salvada por la creencia en una esperanza posible.
En «Pena de bandoneón», Guerrero versifica los primeros acordes de la gestación, imperito frente a unas sensaciones inefables que revierte a su favor —«El dolor es un arma. / El miedo planifica rupturas»—. Sabedor de una lección intimidatoria para cualquier padre capaz de apreciar que «Desde que existes temo que te duela / la herida de la vida»; capaz de apreciar la dureza del vivir, la dificultad de una germinación benévola con los caprichos del azar, de un día a día plagado de enigmas y enemigos. Perenne angustia. Aprehensión que el padre, como ha de ser, resiste con el poder que «Es el aliento del mal de la esperanza». Y no cejará en su empeño lírico, pues «donde mi sangre enreda / la tuya con la vida tejida de esperanza. / Llevaré los poemas / que te dedicaré desde el alma hasta ti, / porque todos los temas / sobreviven por ti y duelen porque sí»; pues, aun dificultades y azares, «No me importa el color con el que mirarás, / porque sé que cabrán en él un par / de todas las naciones de la tierra». Superados por el amor de un padre a su hija: «¿Qué sobrevivirá / […] Nosotros».
 
«Desangelado el cielo» profundiza en ese binomio temor/amor, lógica preocupación paterna, o, como poetiza el autor, «Muy poco a poco / me va matando / preocuparme / por un futuro»; ordenando prioridades —«Hoy no trabajo, / porque no tengo amor / en mis servicios mínimos»— y sirviéndose del valioso apoyo de la mujer en la cual «Al final, entre tu vientre de trigo / me tumbaré a contar tus latidos / y a contemplar la danza de tu pecho / que me alivian la espera de que expiren mis días». Pero además, aceptada la irresponsabilidad divina —«Pues Dios no es frío, / ni olvidadizo, / ni indiferente / con lo que Él ha creado. / Simplemente no se hace responsable / de lo que hagamos / con el fruto del árbol / del bien, del mal»—, comienza a rememorar su propia niñez —«Los himnos del pasado se conjuran / en el crujiente otoño de las hojas. / Gozo soñado es gozo y también sombra, / el sueño de una mueca del pasado»—, recopilando aquellas experiencias útiles para la educación de su hija: «A muchos les costó crecer de golpe / y entender lo que atrás hubo quedado… / El corazón también se nos rompió, / como a Julian Ross, cuando / dejamos de ser niños en un patio». Ofreciendo el cardinal refugio de los libros: «pero bastan las noches nada tristes / en las que es un lector».
La simpleza de asumir su nuevo rol en el mundo, de pasar de ser Manuel Guerrero a convertirse en «el papá de Malena», satisface «Venid y lo veréis». Y, en «La sal del recuerdo», cuarta parte del poemario, con el dichoso regalo del nacimiento —«Tan poca vida tienes»—, con la seguridad de que «Sé que no hube vivido antes de tu llegada / […] Puedo creer en vano / que haya nacido sólo / y sólo para ti / y para conocerte», condensa los momentos iniciales de ese sentimiento paternal estrenado, aferrándose siempre a que «Todo esto es esperanza». Descubriendo que, con su mujer y su hija, al fin, el poeta ha quedado íntegramente completo como persona: «¡Cuántos abren los ojos / […] que a mí me los abrieron / los tuyos, / como quien se despierta tras el alba»; «Es que esta, la que se oye, no es mi voz. / […] Desde hace poco sé que solamente / aparece si digo / tu nombre».
    
Porque, poeta o no, la persona se completa cuando se une a la pareja ideal, y logra la integridad cuando es abrazada por la paternidad. A partir de ahí, no hay nada. La familia lo es todo. El temor. El amor. La alegría. La angustia. La esperanza. La sal y el aliento de la vida.