Reseña de Tebeos de Antonio J. Sánchez en La galla ciencia

Tebeos de Antonio J. Sánchez es la obra que reseño en mi primera colaboración con la revista de poesía La galla ciencia. Muchas gracias al equipo de la revista y, en especial, a Noelia Illán, por su confianza.

http://www.lagallaciencia.com/2016/06/tebeos-de-antonio-j-sanchez-por-manuel.html

galla

TEBEOS DE ANTONIO J. SÁNCHEZ

Mis tebeos me enseñaron a querer leer.

Con una afirmación como esta, extraída del poema «Nombres» de este Tebeos (Voces de tinta, 2014), el poeta Antonio J. Sánchez (Sevilla, 1971), autor de Balance de situación (2011) y Leyenda urbana (2012), muestra, por un lado, el leitmotiv del libro (un homenaje al tebeo) y, por otro, la importancia de su lectura en la vida del poeta. No es el primero que lo hace, pues Enrique Gracia Trinidad, autor del prólogo, o Luis Alberto de Cuenca, de quien hallamos alguna influencia en el estilo de sus composiciones, han publicado movidos por esta inclinación.

Hay una amplia nómina de poemas dedicados a personajes (Asterix, Superlópez, Batman y Mafalda, entre otros), que se complementan con otros de carácter general sobre estilos (el manga japonés o la línea clara de Hergé) y autores, en el que destaca «Ibáñez», para el padre de Mortadelo, de Rompetechos y de tantos otros, al que rinde consideración en un gran poema en el que el autor desvela la conjugación de lecturas adultas e infantiles, en el que aprovecha su ágil verso para comparar 13 Rue del Percebe con Gran Hermano, remarcando en una paráfrasis evangélica que «al principio fue Ibáñez».

En efecto, la nostalgia de la infancia, un tiempo y actitud que nunca volverá, es una de las líneas clave del libro:

Del pasado son los recuerdos

de un viejo lector

con demasiada nostalgia en los bolsillos.

Y es el elemento común diseminado en varios versos, como los de «Miércoles», en los que se poetiza el momento en que su padre le traía cómics, en un acertado contraste con la realidad cotidiana, el punto inicial de esta afición.

De la nostalgia al desencanto no hay mucha distancia:

Ahora ya sabemos

que vivir no es un tebeo.

Poemas como «Vida», «Héroes» o «Continuará», este último como una inteligente dilogía entre lo real y lo metafórico profundiza en el desengaño del gris cotidiano frente al mundo ofrecido desde las páginas coloridas del tebeo:

Ahí quedaba el héroe, y tú con él,

colgado de la cornisa, nada resuelto,.

Acechabas impaciente el kiosco,

esperabas la solución del número siguiente,

pero, un continuará tras otro,

nada se resolvía del todo.

Pero también el cómic consigue vislumbrar una crítica en sus textos: «América» al sueño americano, «Guerrero» a la enseñanza de la Historia y «Siglo XXI» a la solidaridad contemporánea:

Y, en medio de los escombros y la ceniza,

[…] ese día supimos que, en el siglo XXI,

íbamos a estar solos.

Dijo Will Eisner, uno de los más influyentes autores de este género gráfico, que «nada que aparezca en una página de un cómic es accidental». Así ocurre en los versos de Antonio J. Sánchez, pues todo lo poético pasó antes por su recuerdo y admiración para homenajear al mundo de los tebeos, aquellos que –es hora confesarlo– nos enseñaron a querer leer.

Manuel Guerrero Cabrera 

Una reseña sobre Saigón 26 en Surdecordoba.com

http://www.surdecordoba.com/opiniones/manuel-guerrero-cabrera/saigon-26-invitacion-la-lectura
La palabra libre necesita medios que la difundan. Así reza el lema que en la contracubierta de Saigón podemos encontrar. ¿Pero hay palabra libre? ¿Es posible que pueda expresarse sin ningún tipo de límite? No se dice en vano que la limitación que uno se impone a sí mismo es la más habitual y la más tajante.Saigón tiene restricciones, las propias de una publicación en papel: límite de páginas, un número concreto de versos por página –y por autor, diría–, fotos de interior en blanco y negro… No obstante, todo unido, con todas las pautas que parecen limitar la palabra, hacen que no sea así y que el conjunto cumpla con el lema.
El número 26 de Saigón se abre con una entrevista al cervantista Antonio Cruz Casado, todo un homenaje a Cervantes en 2016, a cuatrocientos años de su muerte. Pero la sabiduría de Cruz Casado va más allá de nuestro autor más universal: el Romanticismo, Rubén Darío, el siglo XX… Otro motivo que hace más valiosa la entrevista es que dirigió Angélica. Revista de Literatura, una de las revistas sobre Literatura más importantes que se han realizado desde el sur de Córdoba, desde Lucena.
La sección creativa contiene, como es habitual, poesía y microrrelato, destacando el amplio repertorio del primer género. El primer poema no podía llegar de mejor poeta, de Luis Alberto de Cuenca:
Te miré con los ojos entreabiertos,
consciente de tu cuerpo en la penumbra
de mi último sueño, donde había
paraguas convertidos en murciélagos.
 Tras él, las imágenes configuran los versos de Rafael Luna, la sinceridad de Jorge Fernández, las metáforas atrevidas de Manuel Delgado, los haikus sutiles de Piedad Baca, las matemáticas en amor de José Miguel García Conde:
Nada es igual menos tu piel inerme en la derrota, menos tu cuerpo que me descompone cuando la tarde olvida las respuestas y el mundo ignora nuestras despedidas.
 La sensibilidad de José Manuel Pozo, la sencillez de Eva Moure, el perro que es metáfora y no lo es de Sensi Budia, el aviso de la utilidad inútil de la poesía de José Puerto, el punto existencial de Pedro Enríquez, la brillante relación de la mitología y el cáncer de Beatriz Cerón:
Mal nacido, Cancerbero,
mal mascota de ese fuego,
que mordiste sus entrañas,
sin dejarlo por más tiempo.
Te maldigo ya por siempre,
Cancerbero, Cáncer vero.
El viaje a París de María Jesús Soler, el elocuente verso de Pedro S. Sanz, la sugerencia poética de Jesús Cárdenas y el enérgico verso de Beatriz González.
La narrativa viene de la mano de Francisco Javier Cárdenas y José Moreno Millán, ambos con un estilo claro y con detalles en lo cotidiano; Santiago Moure, en cambio, presenta de manera más reflexiva su microrrelato sobre la memoria; por último, uno de los textos más interesantes de este número es ‘Uno más’ de Paula García Chacón, una joven de quince años que nos ofrece un intenso y sobresaliente microrrelato (no es aconsejable desvelar la temática o el motivo de ‘Uno más’ para que la lectura sorprenda y atraiga más). Basta el primer párrafo para comprobarlo:
Llegó a casa con hielo en los huesos y frío en el alma. Duro, cruel y sádico invierno.
Sus mejillas sonrosadas semejaban una puesta de sol en un país tropical que, por supuesto, nunca visitaría. Cerró la puerta con estrépito y se apoyó en ella.
Suspiró. Una noche más a salvo.
La sección de análisis contiene a los dos autores habituales en ella: Julián Valle Rivas, que continúa con su estudio de las distintas constituciones (es el turno de la de 1876), y José Manuel Valle, quien firma una vez más ‘Una biblioteca en la Conchinchina’ que dedica al libro Tres horas en el Museo del Prado de Eugenio D’Ors. José Manuel Valle no puede callar su amor por Madrid:
Madrid es uno de los mayores regalos que la vida me ha dado. Muchos de mis días más luminosos han acontecido en ella, ya sea en mis prolongados paseos –o caminatas, según se terciara– por sus avenidas, plazas y estaciones, habitadas por gentes de variada estirpe, ya en sus monumentos y museos, conciertos de rock, su feria del libro antiguo en Recoletos –cerca del monumento a mi paisano Juan Valera–, los largos y apacibles paseos por el Retiro, y las diversas compañías que en estos y otros lugares han alegrado mi estancia en la capital de las Españas.
A Madrid siempre se quiere volver.
Nada mejor que el cariño a una ciudad para que el autor nos coja de la mano y nos lleve a visitar el Museo del Prado bajo la guía de D’Ors. Un final del camino, Madrid, que se ha ido anunciando mediante las fotografías de Tomás Illescas. El otro componente gráfico es aportado por la joven artista Carmen Suárez con sus ilustraciones. Pero, como en anteriores números, es la cubierta la invitación atrayente: la luna fulgente sobresale entre unas ramas que evocan el otoño. El autor es Luis Narbona y consigue con esta fotografía su objetivo: estimular la lectura.
Esto, estimular la lectura, es lo más valioso del conjunto de la revista y, además, así es el único modo posible el lema con el que abríamos este artículo. Dicho de otro modo: La palabra necesita de lecturas libres que la difundan.

Un artículo solucionado. Nueva colaboración en La opinión de Cabra

http://www.laopiniondecabra.com/ampliar.php?sec=opinion&sub=articulos&art=760

Esta es la cuarta vez que empiezo este artículo. Parece decirme, como a buena parte del alumnado en estas fechas, que llegue ya el verano y me tome un descanso. No niego que el cansancio es uno de los motivos por el que no lo he terminado, pero también lo es la salud. En una ocasión dijo don Manuel Alcántara que cuando uno está enfermo, dejan de importarle los presocráticos, pero esto es mucho menos trascendental que si el enfermo es un ser querido: no te importa ni lo que tú escribes.

Como decía, esta es la cuarta vez que empiezo este artículo. En la primera ocasión hablaba de la violencia hacia los animales, «pobres almas mudas» que las llamó Ramón Pérez de Ayala; en la segunda, sobre la agresión, que también es violencia, que sufrieron unas hinchas de la selección española en Barcelona
– con el silencio cómplice durante unos pocos días de varios partidos independentistas -; y la tercera sobre la dichosa coincidencia de la campaña con la Eurocopa de fútbol, en la que la atención política ocupa en la prensa el mismo número de páginas que este campeonato y en la que uno no sabe si la bandera de España es un símbolo deportivo o de un país. La cuarta, obviamente, es esta.

Y en esto que, a punto de abandonar de nuevo la escritura, cae en mis manos el cuaderno de aforismos de Ángel Gómez Espada, poeta nacido en Murcia, XIII Premio de poesía Dionisia García, codirector de la revista de Literatura digital El coloquio de los perros, autor de los poemarios Mediodía en la otra orilla, Cocinar el loto o Los hijos de Ulises, en este último título con un genialísimo y crítico poema sobre política:

A veces me pregunto si no estaríamos mejor bajo el gobierno de DarthVader.
Él infundía respeto y daba miedo, pero no tenía la sonrisa permanente de la hiena.
No ejecutaba las hipotecas de los inocentes.
Si ideaba algo, era para darle un uso determinado y bien definido.
Como la Estrella de la Muerte, por ejemplo.
Y no para abandonarlo como a un Resort o a una autopista de peaje tras haberse llenado
las alforjas de la capa con comisiones millonarias.

Como decía, de nuevo, cae en mis manos un libro de aforismos de Gómez Espada, El pan nuestro de cada día (Letras cascabeleras, 2016), lleno de humor reflexivo -que aporta ideas serias-, en el que me da respuesta a todas las cuestiones que han formado parte de las versiones de este artículo y que resume bastante bien lo que se puede esperar de España:

– De un cerdo cualquiera todo puede aprovecharse. De muchos hombres no puede aprovecharse nada.

– Los nacionalismos son uno de los pasatiempos que más caros le salen a la inteligencia.

– España no es una marca: España es Marca.

Y, por supuesto, sobre este texto que acaba en la siguiente línea:

– Un problema sin solución sólo es un error matemático.

Una nueva reseña de Las salinas del aliento escrita por Antonio Cruz Casado

http://poetasversosypoesia.blogspot.com.es/2016/06/las-salinas-del-aliento-un-libro-de.html

 

LAS SALINAS DEL ALIENTO, UN LIBRO DE POEMAS DE MANUEL GUERRERO

(c) Antonio Cruz Casado
El lucentino Manuel Guerrero Cabrera pertenece a las últimas generaciones de poetas españoles. En su llegada efectiva a la república de las letras, en 2008, aún no había alcanzado la mayoría de edad, con su primer libro editado, aunque su ejercitación en el mundo de la poesía y de la crítica literaria ha sido larga y voluntariosa, como debe hacer cualquiera que pretenda incorporarse al variado panorama de las letras españolas. Desde sus años de instituto y de facultad, como alumno, sintió la llamada de la creación y la ha ido alimentando y sosteniendo con tesón y rotundidad. Fruto de ello son sus libros de versos El desnudo y la tormenta, de 2009, Loco afán, de 2011, y El fuego que no se extingue, de 2013, a los que se unen sus libros de ensayos, Estudios críticos de Literatura del Siglo de Oro, de 2008, el primero, al que nos referíamos antes, y Tango. Bailando con la literatura, de 2009; tiene también un volumen de relatos, Para despertar, de 2011. Figura ya, asimismo, en diversas antologías poéticas, con todo lo cual va afianzándose y buscando un sitio, una voz propia, entre los muchos integrantes del fecundo panorama actual.
En este que consideramos su período de iniciación en las letras, nos resulta sorprendente su capacidad de trabajo, puesto que Manuel Guerrero es también profesor de Lengua y Literatura en institutos de bachillerato y secundaria, participa en múltiples revistas y publicaciones on line, en el que nos parece proceloso mar de internet, además de practicar en las también inestables sendas del periodismo radiofónico y digital. De entrada, pues, nos resulta admirable y loable (aquí la rima ha salido consonante o completa) su capacidad de adaptación y diversificación en este mundo creativo y comunicativo. Sin duda que sus días deben ser algo más largos que los del resto de los mortales.
La colección de poemas que presentamos en esta ocasión, Las salinas del aliento (Madrid, Cuadernos del Laberinto, 2015), está recién aparecida y lleva un ajustado prólogo de Luis Alberto de Cuenca, uno de los grandes poetas de nuestra época. Su inserción en el volumen ya es prácticamente una garantía del interés que puede tener el libro de Manuel Guerrero.
Los poetas suelen ser clarividentes, a veces, y, con mucha frecuencia, saben condensar en pocas palabras lo que los demás mortales tardamos mucho tiempo en expresar, para lo que necesitamos también muchas palabras. He aquí la síntesis que nos hace del texto Luis Alberto: «El principal motivo de esa dicha [antes ha comentado que en el libro hay muchos «versos entrañables y felices»] es la venida al mundo de Malena, la hija del poeta, que es todavía un bebé pero que ya tiene el honor de ser a quien dedica el libro Manuel y la inspiración de los poemas del mismo. La presencia en el mundo de Malena contribuye decisivamente a desarrollar en su padre la mecánica del recuerdo, y, de ese modo, a golpe de evocación, Manuel va recorriendo sus primeras lecturas, los tebeos que iluminaron su infancia y su adolescencia, y nos transmite la emoción que deriva de ese viaje fantástico al corazón de lo perdido para siempre» (pp. VII-VIII).
Una lectura detenida de Las salinas del aliento nos permite constatar el acierto de las palabras del prologuista, desde el primer momento en que se tiene constancia de la presencia de un nuevo ser, mediante ecografía (el título del breve poema inicial, que con sus tres versos nos ofrece la estructura de un haiku), hasta su llegada a nuestro mundo, lleno de dolor, de incertidumbre y de angustia.
Se trata de un texto poético de relativa brevedad, 41 poemas, según el cómputo que se ofrece en el mismo y menos de ochenta páginas, en total; se presentan agrupados estos poemas en partes de desigual extensión, tituladas «Pena de bandoneón» (cinco poemas), «Desangelado el cielo» (veinticinco, la parte más extensa y central de la colección), «Venid y lo veréis» (un solo poema) y «La sal del recuerdo» (nueve poemas).
Conforme vamos leyendo las composiciones, breves e intensas por lo general, vamos comprendiendo las intercadencias del sentimiento, del dolor, del amor, de la preocupación, de la esperanza, en torno a lo que puede considerarse un tema dominante, la llegada del nuevo ser a este mundo nuestro, al que hemos visto como un universo con frecuencia caótico. Hay en el libro, además, un fuerte componente literario, cultural, de muy variada procedencia, visible en referencias de diversos textos, en citas, en dedicatorias, en fragmentos mínimos que salpimentan una experiencia personal que se nos comunica.
Desde el punto de vista formal, nos encontramos ante un libro moderno, actual, en el que predomina lo que hace mucho tiempo se llamaba el verso libre (ahora ese nombre apenas se usa); hay también ocasionales incursiones en el prosaísmo, tan de moda hace unos años, e incluso una composición de raíz clásica, un soneto. El lenguaje se nos ofrece elaborado, depurado, con tendencia a la concreción y a la brevedad, aunque a veces se emplean versos más largos, musicales.
El libro se cierra con un epílogo a dúo, en el que los poetas Antonio J. Sánchez y Sensi Budia, en composiciones tituladas «Tango» y «Eclipse» respectivamente, nos hablan de la vida como lucha y del mundo sentimental de la niña Malena, el leitmotiv que hemos visto desarrollarse a lo largo del poemario.
Creemos que con algunos de los poemas más significativos de este libro se incorpora Manuel Guerrero, con pleno derecho, a una corriente temática en la lírica española, persistente y profunda, aunque no siempre bien considerada por la crítica al uso, como sucede con toda aquella poesía que hable de sentimientos muy humanos, como es la preocupación por el hijo, por su destino y por su dolor, de lo que son ejemplos bien conocidos el gran Miguel Hernández  («En la cuna del hambre mi niño estaba, /con sangre de cebolla se amamantaba»). O la dulce Gabriela Mistral («Velloncito de mi carne […], duérmete apegado a mí. […] El mar sus millares de olas / mece divino, /oyendo a los mares amantes / mezo a mi niño»). O el tan olvidado (y con frecuencia denostado) José María Pemán: («¡Yo he puesto mi eternidad / en un capullo tan tierno / que parece que se fuera, / con sólo verlo, a tronchar! […]  Un hijo es como una estrella / a lo lejos del camino: / una palabra muy breve / que tiene un eco infinito»).
O el mismo Rubén Darío, de cuya muerte celebramos este año el primer centenario, con poemas ajenos a la delicuescencia de las princesas y de los cisnes, sobre los que hablamos no hace mucho tiempo Manuel Guerrero y yo; del gran nicaragüense son estos versos, la parte central del poema «Phocas, el campesino», con los que quiero acabar esta aproximación, que conlleva mi enhorabuena al autor de Las salinas del aliento, así como mi deseo de continuidad en el camino iniciado:
Tarda en venir a este dolor a donde vienes,
a este mundo terrible en duelos y en espantos;
duerme bajo los Ángeles, sueña bajo los Santos,
que ya tendrás la Vida para que te envenenes…

Sueña, hijo mío, todavía, y cuando crezcas,
perdóname el fatal don de darte la vida
que yo hubiera querido de azul y rosas frescas; […]

En la Feria del Libro de Madrid

El jueves 9 de junio por la tarde firmé Las salinas del aliento en la Feria del Libro de Madrid, en la caseta de la editorial Cuadernos del Laberinto. Fue una tarde provechosa y fantástica, en la que en todo momento me acompañó Alicia Arés, la atenta y estupenda responsable de la editorial, quien hizo que el poemario tuviera protagonismo. Y yo, encantado. ¡Gracias, Alicia! ¡Gracias, Cuadernos del Laberinto!