http://www.sextocontinente.info/2016/09/habla-si-quieres-que-te-conozca.html
En Habla, si quieres que te conozca (Cuadernos del Laberinto, 2016), Ramón Grande del Brío, no solamente nos recuerda aquella ligazón de pensamiento y lenguaje que, en efecto, nos lleva hasta Vigotsky: «[La lengua] revela la cualidad –personalidad– del hablante»; sino también al sentido común «de los antiguos» desde el mismo título:
La condición de detector de la personalidad del hablante, que posee la Lengua, a través de la cual, se puede llegar a conocer el estado de salud intelectivo, cultural y mental de un individuo o de una sociedad cualquiera.
Dicho de otra manera por el propio autor, pero con una imagen atinada y atractiva:
El pensamiento vendría a ser como el negativo del proceso mental, mientras que la palabra sería como el positivado del mismo.
Grande del Brío lo ha insinuado en uno de los fragmentos que he transcrito antes, pero lo afirma rotundamente en esta obra: nuestro idioma es maltratado por la sociedad actual, que adultera cualquier cosa, incluso el idioma.
Probablemente, el aspecto más útil y más valioso de este libro es la buena cantidad de ejemplos bien traídos sobre el maltrato del castellano, al que hacíamos referencia en el párrafo anterior. El abuso de preposiciones como desde, la ignorancia en el empleo de los números ordinales, el mal uso de palabras (operativo, abrupto…) o de otras innecesarias (disponibilidad, gobernabilidad…), plurales inexistentes (libertades, justicias…), el empleo de la secuencia no seguido de adjetivo (no culpable) en lugar de la palabra equivalente (inocente), la supresión de los artículos, etc. En este sentido, Grande del Brío dedica varios capítulos a lo que denomina «trabucación» y en el que expone varios ejemplos traídos del lenguaje jurídico; entre todos, merece destacarse aquí el de la fiscal que consideró que hubo contradicción entre dos testigos, porque uno empleó la palabra ‘vara’ y otro, ‘palo’. En efecto, se puede recurrir al diccionario, pero es evidente que, sin hacer uso de él, son sinónimos. Junto al lenguaje judicial, el autor valora las irregularidades en el lenguaje científico y en el académico.
Debido a su actualidad, otro de los capítulos interesantes es el que trata sobre la «femenización de los neutros», ya que los neutros no son ni masculinos ni femeninos. Si bien se va más allá en el uso de los sustantivos acabados en -e, que son tanto masculinos como femeninos, al crear la pareja en -a (sastre – sastra; presidente – presidenta), y que podría ser también una masculinización en -o (sastro, presidento…); lo que vendría a ser un empleo feminista de la lengua. Sin embargo, esa masculinización se da realmente en las expresiones «¿el qué?» (¿Lo qué?) y «el ideal» (lo ideal). En resumen, se puede llegar a la conclusión de que no todo es cuestión de feminismo, sino de la ignorancia con la que se usa el lenguaje.
Los capítulos finales se centran en las decisiones de la RAE, por ejemplo, la CH como un dígrafo que se incorpora dentro de la C en el alfabeto, y, en especial, en los errores de la Nueva Gramática. En un ejercicio de análisis crítico, Grande del Brío desmenuza todas las incorrecciones de una de las grandes obras de la Academia, desde el empleo erróneo del subjuntivo hasta la denominación de imperativa a una oración interrogativa. A ello se añaden las polémicas sugerencias de cuando utilizar «solo» con tilde. En efecto, coincidimos con el autor en que es necesario llevar a cabo una revisión de las normas. El autor resume todo este análisis del siguiente modo:
Mi crítica contra el deplorable uso de la Lengua no se basa en meras hipótesis, ni tampoco en planteamientos teoréticos, ni en purismos más o menos trasnochados o enervantes, sino en la constatación de que aquélla viene siendo esclavizada por el atropello, las prisas, la desidia, la irrespetuosidad, la falta de ritmo y de medida, la grosería, la falta de sutileza y la exacción de los significantes.
Así, hilando esto con las palabras iniciales:
El lenguaje, como manifestación del pensamiento, delata la cualidad más íntima de todo sistema, ya se trate de un individuo, ya de una sociedad en su conjunto, por lo que no es de extrañar que en los últimos tiempos, la evolución del sistema lingüístico se encuentre mediatizada por la pérdida de los necesarios referentes de equilibrio, trastornados por la alienada actividad que despliegan las sociedades industrializadas.
Habla, si quieres que te conozca: el pensamiento, el lenguaje, la sociedad nos delatan.