El viajero de todos los mundos de Francisco José Segovia Ramos en Priego digital

Nueva aportación en Priego Digital sobre la última obra del escritor granadino Francisco José Segovia Ramos, El viajero de todos los mundos:
EL VIAJERO DE TODOS LOS MUNDOS DE FRANCISCO SEGOVIA RAMOS
(c) Manuel Guerrero Cabrera
  
El viajero de todos los mundos (Irreverentes, 2014) es la última publicación del granadino Francisco José Segovia Ramos, que lo define como uno de los más interesantes autores españoles de misterio y de ciencia ficción, como bien demuestran los títulos Los sueños muertos (2013), Lo que cuentan las sombras (2010) y El aniversario (2007); así como el gran número de premios y menciones como el Primer Premio en el IV Certamen Internacional de novela de ciencia ficción «Alternis Mundi», Valencia, 2014; el Primer Premio en el XXVII Premio de Prosa de Moriles, Córdoba, 2014; el Primer Premio del I Premio Micromegas de Libros de Relatos de Ciencia Ficción, Ediciones Irreverentes, Madrid, 2013; el Primer Premio en el VII Premio Saigón de Microrrelato y de poesía, Lucena, 2012; y el Primer Premio en el XIV Certamen de Poesía «José Rodríguez Dumont», Órgiva, Granada, 2012; entre muchos otros.
El viajero de todos los mundos reúne más de treinta relatos de distinta temática, pero bajo el mismo cristal de la ciencia ficción. Destacan por su ingenio y calidad los que se basan en aspectos históricos y lleva sus efectos al futuro, como la guerra total que alude a Troya en «La luz roja», el hipotético futuro que critica políticamente la influencia actual de la Alemania de Angela Merkel en «Agenda oculta para fundar un imperio»; o el incidente del Maine en «¡Recordad el Maine!». En esta línea podemos incluir los de tema político y social, como el inteligente «Nivel 95», que no nos parece muy diferente a las condiciones de la vivienda de hoy; o «Los colonos de Etero», en la que el «nucle» es algo que nos sugiere el petróleo de hoy y el oro de antaño.
La literatura de Segovia Ramos se inspira también en la literatura. Hay reminiscencias bíblicas en varios relatos, como el ángel caído en «El límite del cielo», el Arca de Noé en «Un final alternativo a When worlds collide» o el mismísimo Jesucristo en «Según el plan previsto»; y, en especial, sugerentes alusiones a los maestros de ciencia ficción, cuyos personajes, aportaciones y, en definitiva, nombres se introducen en el relato con total familiaridad: H.G. Wells, Philip K. Dick o Isaac Asimov. Buen ejemplo de esto es lo que ocurre con las leyes de la robótica, de Campbell, que articulan varios relatos, entre los que citamos «Dos robots muy prácticos» y «El psicopositrónicoanalista». En este motivo de los androides, consideramos que Segovia Ramos aporta un sagaz «tour de force» en «Almas gemelas», en la que el amor y la soledad que envuelven al relato dan un doble giro inesperado para descubrir que nosotros mismos nos hubiéramos comportado como unos humanoides; esto mismo nos sucede en «Test de Morgan & Vorochilov», relacionado con un asesinato.
Fuera del carácter literario, Segovia Ramos tiende al pesimismo. Los relatos situados en el futuro ofrecen una visión negativa de los seres humanos y de su herencia, como el saberse traidor a la humanidad en «La gran pregunta» o el terror de negarse a evolucionar y la crueldad que esto exige en «Mutación inesperada». Este rasgo del pesimismo induce al lector a la reflexión, esconde una sutil crítica al mundo actual y concluye con la ausencia de la esperanza en el ser humano. No obstante, frente a ello, Segovia Ramos también se vale del humor, aunque en menos ocasiones, para llegar a la misma visión negativa de la humanidad; así leemos en «El comité de sabios» cómo unos elegidos se reúnen y debaten sobre lo obvio; o cómo los seres humanos son víctimas de su propia estupidez en «Ponga en su vida una mascota Kvin».
«Porque los sueños nunca cansan, ni se acaban», El viajero de todos los mundos es una obra literaria que pretende homenajear a los clásicos de la ciencia ficción y ofrecernos una visión crítica de hoy desde el mañana. Francisco Segovia Ramos nos da varias muestras de ello en la variedad temática que esconde los motivos de siempre (el amor, la muerte…), pero bajo la óptica de la ciencia ficción, con la que nos invita a entretenernos y, sobre todo, a reflexionar.

El papa y el tango. Artículo en Priego digital

Con motivo de su elección, ya se saben muchos datos del Papa Francisco. La prensa nacional e internacional no se ha cansado de etiquetarlo constantemente: argentino, químico, futbolero, dedicado a los pobres, peronista, austero, modesto, implacable contra la eutanasia, líder, tímido… y tanguero.
Aunque en esto último la prensa nacional no profundiza mucho, hemos de recurrir al argentino diario Clarín para saber que fue vecino de la gran Azucena Maizani, a quien le dio la extremaunción; que el Papa Francisco escuchaba a Tita Merello y prefería bailar la milonga; entre sus intérpretes favoritos se encuentran Gardel, Julio Sosa, Ada Falcón, Piazzolla y Amelita Baltar.
Con el nuevo Santo Padre, el tango mejorará sus relaciones con la Iglesia. Es inolvidable el capítulo de su historia, más cercano a la leyenda, en el que Pío XI (1922-1939) quiso conocer de primera mano si este baile merecía la mala fama que se le relacionaba desde principios del siglo XX, para lo que el embajador argentino convocó al bailarín Casimiro Aín («El vasco Aín», hijo de padres españoles) y la señorita Scotto, quienes bailaron ante el citado Papa y que, finalmente, recibió la santa aprobación. Algo más tarde, con el gobierno de Ramón Castillo (1942-43), comenzó una censura continua a los tangos que emplearan el lunfardo, trataran temas como la droga o el alcohol o el voseo (empleo de «vos»); censura que fue promovida por Monseñor Gustavo Franceschi.
Dejando a un lado las vicisitudes del tango con la Iglesia, nos centramos en las letras, pues lo religioso está presente en ellas. El tango, por lo general triste y desencantado, utiliza a Dios, Jesús, la fe y todo lo religioso, negativa e irreverentemente con frecuencia. Citemos algunos ejemplos:

Yo quiero morir conmigo,
sin confesión y sin Dios,
crucificao en mi penas,
como abrazao a un rencor.
(Antonio M. Podestá, Como abrazado a un rencor, 1930).

Y la chiva hasta a Cristo
se la han afeitao.
(Enrique Cadícamo, Al mundo le falta un tornillo, 1933).

Vale Jesús lo mismo que el ladrón.
(Enrique Santos Discépolo, Qué vachaché, 1926).

¡Si hasta Dios está lejano! […]
En el corso a contramano
un grupí trampeó a Jesús…
No te fíes ni de tu hermano,
se te cuelgan de la cruz.
(Cátulo Castillo, Desencuentro, 1962).

¡Qué buena fe! Que Dios me ha dao…
¿Y para qué? Me han estafao…
(Eladia Blázquez, Qué buena fe).

Amor y fe mentiras son.
(Luis C. Amadori, Madreselva, 1931).

Y muchas más que nos dejamos atrás, sobre todo aquellas que cuestionan a Dios por el mundo injusto que nos rodea, como Tormenta, de Discépolo; o por el dolor del amor, como Padre nuestro, de Vacarezza; el amor tan fuerte que puede considerarse Pecado (Carlos Bahr); e, incluso, la identificación con Jesús por sus orígenes humildes, en Viacrucis, o en Soy un arlequín, en la relación con María Magdalena («Me clavó en la cruz tu folletín de Magdalena/ porque soñé que era Jesús y te salvaba»), también de Discépolo.
Pero también hay tangos con otro punto de vista. Dejamos un listado con algunos tangos donde Dios y lo religioso es respetado o muestra costumbres católicas.

–Decime, Dios, dónde estás (Tita Merello, 1964) habla del arrepentimiento.
–Un mismo Dios (Luis Derry) critica el mal de la guerra mediante la paradoja de dos combatientes enemigos que mueren rezando al mismo Dios.
–Adiós muchachos (César Vedan) es una despedida que afirma que «es Dios el juez supremo».
–Al pie de la santa Cruz (Mario Battistella) es un tango social en el que se cuenta la religiosidad de una anciana que reza por su hijo detenido.
–Si volviera Jesús (Dante A. Linyera) es una desencantada visión del mundo contemporáneo en la que se afirma que la humanidad no ha cambiado desde que viniera Jesús a hoy.

Hay títulos de contenido amoroso, como La mano de Dios (Carlos Waiss) y Ha vuelto Dios (Roberto Vidal), que en algunos aspectos nos recuerdan aquella rima de Bécquer: «Hoy creo en Dios».
El tango no deja de ser un reflejo de este loco mundo en el que vivimos y, por lo tanto, encontramos una variadísima muestra del sentimiento, pensamiento, costumbres y actitudes relacionadas con la religión, desde Dios (su afirmación y duda) hasta la oración, pasando por Jesús (y su humanización) y el pecado.

BIBLIOGRAFÍA:
BURGSTALLER, Carlos Hugo: «Casimiro Aín bailando tango ante el Papa», Tango Reporter.
CASTELLO, Marcelo: «La censura en el tango», ArgenTango, 1, 2006.
MARCH, Raúl Alberto: Enrique Santos Discépolo: sus tangos y su filosofía. Corregidor, 1997.
MASI, Victoria: «Una glorieta sencilla, el lugar que aún conserva la intimidad de su juventud». Diario Clarín, 15-3-2013.
Las letras han sido tomadas de la página http://www.todotango.com.ar 

El laurel de la reina de Maricruz Garrido. Reseña en Priego digital

Recientemente enterado de que una serie televisiva trata sobre la reina Isabel la Católica, llega a mis manos El laurel de la reina, la última obra de la prieguense Mari Cruz Garrido Linares, que concibió y escribió mucho antes («Hace ya casi diez años» dice en el comienzo de la introducción de este libro, a fin de comentar que todo surgió a raíz de unas letrillas sobre este tema que le entregaron). 
El laurel de la reina es un relato que desarrolla la leyenda en que Isabel la Católica rezó a San Luis de Francia en un huerto de laureles de La Zubia, a las afueras de Granada, para salvarse de una escaramuza de las tropas de Boabdil.  El texto destaca en sus aspectos de relato histórico y de valor literario, combinándose muy bien para que Maricruz desarrolle un texto de calidad e interés en el terreno de la Historia y de la Literatura. Si a esto sumamos la traducción al inglés vertida por Peter y Sylvia Such, encontramos un tercer punto que acrecienta el atractivo de esta obra. Su estilo narrativo contiene un eco preciso del ritmo y de la grandilocuencia de aquella época, además de poner en valor otras obras y personajes, con los que la autora nos muestra sutilmente sus fuentes:   Las tropas de Boabdil el Chico, decepcionadas por el trato de vasallo que habían tenido los Reyes Católicos hacia su sultán, no cesaban de avanzar, encabezadas por el moro Tarfe –gran enemigo de los cristianos– con quien Hernán Pulgar se involucró en tal lucha que hizo que Garcilaso se enfrentara a muerte con él y rodara la cabeza del moro por los aires cual si fuera una volanda, desafiando así su osadía de injuriar el nombre de María, Madre de nuestro Señor.   Sin embargo, como gran poeta, Maricruz Garrido, ganadora del Premio Mujerarte de Lucena, entre otros, ha creado pasajes llenos de lirismo, que embellece el carácter literario de la narración. En este fragmento pueden observarse el acertado uso del adjetivo y la interesante disposición de la sintaxis y de los sonidos:   En el callado y blanco pueblo de La Zubia todavía se encuentra El Laurel, donde la Reina una mañana nítida de agosto, se cobijó y oró, y una leve brisa mueve hoy los árboles del paraje testigo de estos hechos.   En otros momentos, recurre a símiles para caracterizar a la protagonista:   Nuestra Reina era altiva como un ciprés.   Y a metonimias, a fin de crear una imagen más clara de la fuerza cristiana:   Más de dos mil lanzas guerreras divisaban los moros.   No dude el lector en hallar buena literatura en El laurel de la Reina que recrea un capítulo de nuestra Historia y que, de haber sido otra su suerte, seguramente hoy viviéramos en un país diferente, pues Isabel la Católica, como escribió un cronista de entonces, «es fuerte, más que el hombre más fuerte, constante como ninguna otra alma humana, maravilloso ejemplar de pureza y honestidad. Nunca produjo la naturaleza una mujer semejante a esta».

Tres lecturas distintas del mismo poema en Priego digital

La publicación del libro de poemas Emisión analógica (2011) del cordobés Tomás Illescas atrajo mi atención desde el primer momento, ya que había leído algunos poemas de su autoría –y de mi gusto–, y lo esperé con ganas. Pese a su título, se publicó en un medio digital: la web de la revista Groenlandia, bajo la jefatura de la poeta Ana Patricia Moya. 
De Emisión analógica destaco la voz personal del poeta, que nos guía, como si de un Virgilio televisivo se tratase, por una analógica Comedia de personajes y situaciones del mundo –y cultura, ¿por qué no?– audiovisual de las tres últimas décadas. En su poesía hallamos generalmente dos polos: la tristeza del desengaño y el humor. Ambos se concilian en poemas como la Fábula de Blancanieves o Fast Food, de donde extraigo estos versos:

Los menús infantiles
distribuyen pequeños
juguetes de un solo uso
que, en ocasiones con dificultad,
a veces con fruición,
montan los padres a los niños
(móntalo, úsalo, olvídalo).

Cubiertos de un solo uso.
Juguetes y padres
de un solo uso.

No solamente recurre a motivos infantiles, como los citados, en los que enarbola una crítica a la sociedad y al desencanto de la infancia, sino también a elementos cinéfilos como Rocky o The shining (El resplandor) y, desde ellos, pasar a momentos históricos como la muerte de Franco.  Dejando a un lado el valor de la poesía de Tomás Illescas, escribo las siguientes líneas, por la inusitada oportunidad que he tenido con su obra, al leerla en tres medios distintos. El primero fue la pantalla del ordenador, nada más descargarlo de la web donde se publicó. Fue incómodo y, a medida que avanzaba la lectura, la disfrutaba menos. Tengo la convicción de que los ordenadores son muy buenos instrumentos para crear y darle forma a un texto, pero no para leerlos. Además, la poesía estimula los sentidos y te invita a la reflexión, y, en esta circunstancia, solamente lo segundo es posible. A diferencia de los libros, en la lectura realizada en la pantalla de un ordenador uno se sienta con el cuerpo se echa hacia delante y no proporciona placer. Probada la mala fortuna del PC, opté por introducir el poemario en un libro electrónico. Y, sí, esta vez, leí y releí con gusto el volumen. Me lo podía llevar conmigo a casi cualquier lugar y destacaba algunos versos que me gustaron:

Porque ni tú, ni yo, ni nadie
golpea más fuerte que la vida:
defiéndete de ella.
(Rocky)

Pero, finalmente, Tomás se decidió a realizar algunos ejemplares en papel y me entregó uno de ellos. Y no sé si es porque estoy habituado a ello o porque prefiero los libros, pero no hay comparación posible. Esta tercera lectura, en papel, me permitió valorar mejor la obra en conjunto, así como descubrir algunos poemas que no me gustaron en las dos anteriores ocasiones; también me ofreció pasar rápidamente de una página a otra para enlazar el mensaje y la estética de un poema con el de otro. A esto contribuyó, al igual que el e-book o libro electrónico y en claro contraste con la pantalla del ordenador, que me encontraba sentado y echando el cuerpo atrás, al respaldo del asiento, por lo que disfruté de la lectura.  No pretendo con este texto sino animar a la lectura, preferentemente en libros y en e-book; en estos tiempos difíciles, podemos obtenerlos gratuitamente, los primeros en las bibliotecas y los segundos en la red. Una de las conclusiones a las que se llega tras leer Emisión analógica es que hace unos veinte o treinta años la televisión se atribuía cuestiones educativas, morales y de entretenimiento, al igual que hoy; los que crecimos con aquella televisión del pasado nos estamos enfrentando ahora al «feo vicio/ de vivir», utilizando palabras de Tomás Illescas; con la televisión actual, ¿de qué modo se enfrentarán a la vida los que hoy crecen con ella? Por ello, mejor la lectura, sea en un ordenador o un libro electrónico o de papel.

Para no todos los públicos. Colaboración en Priego digital

En mi última visita al cine me decepcionó más el público que la película. Es decir, cuando voy al cine, pago mi entrada, me siento, espero a que se apaguen las luces y, una vez puesta en marcha la película, la contemplo con mayor o menor afán, según mi gusto.
Hay factores, llamémosle adicionales, que doy por sentado y que, si no los creyera, no iría a ningún cine: me refiero a una buena organización de los empleados con los espectadores, un lugar limpio, un buen asiento –no solamente que esté bien situado, sino también que esté en buenas condiciones–, unos compañeros de sala atentos a la película y callados y un público que silencie o apague el teléfono móvil, entre otras cosas.
Sin embargo, la última vez que asistí al cine solo falló el público, esa compañía de turno que no se puede evitar. Si a la primera conversación en voz alta entre dos o tres personas siseé, con la intención de pedir silencio y con un efecto positivo; a medida que avanzaba la película, el siseo era ya una estupidez, además de que ya solo quedaba yo haciéndolo –al principio, otros espectadores lo hacían–, pues la conversación entre esas dos personas no cesaba, con una total falta de respeto hacia quienes queríamos ver la película sin ruido.
Reconozco que no es lo mismo decir en un momento dado «¡Qué bien actúa esta mujer!» o «¡Qué chico más guapo!» que iniciar una charla de lo que van a hacer el próximo domingo en casa del novio de Tere o que sus padres habían ido a la misma playa que aparece en la escena, seguida de la sorpresa del receptor del mensaje que pregunta cuestiones que bien podrían haber obtenido respuesta más tarde o en otro lugar.
De acuerdo. La película te aburre y ya has pagado tus cinco euros. Pero no vale que, por ello, tengas que molestar a los que quieren verla. Y mucho menos que suceda desde los diez minutos de proyección.
No entiendo a las personas que acuden a una película en el cine, como si fuera lo mismo que verla en la pantalla del ordenador de casa o en la televisión después de las noticias. El cine es otra cosa: la oscuridad te invita al recogimiento y el sonido envolvente a la complicidad con lo que sucede en la gran pantalla. Si la película no es de tu agrado, tenías que haber escogido otra, que, parafraseando a Borges, de todo se ha contado en el séptimo arte; lo original procede del director, del guionista, de los actores.
Por favor, piénsenlo antes de ir al cine: no vayan sino van a ver una película.