Reseña de El fuego que no se extingue realizada por Jessica Sevilla en El adarve

En el periódico prieguense El Adarve, sin tener noticia de ello, apareció una reseña de mi libro El fuego que no se extingue, que realizó una estudiante de Bachillerato llamada Jéssica Sevilla Rodríguez. No solamente he de agradecerle que la haya escrito y el acierto del empleo de los términos «suavidad y sencillez» para referirse a mis versos, sino también la atención generosa que muestran sus palabras y que me ha dado ánimo.
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Transcribo aquí el artículo para su mejor lectura.
SUAVIDAD Y SENCILLEZ EN EL FUEGO QUE NO SE EXTINGUE
Jéssica Sevilla Rodríguez
Amantes de la poesía somos, los que cada viernes, esperamos ese encuentro tan especial bajo el Centro Cultural Adolfo Lozano Sidro. En concreto, el Aula de Literatura reabrió sus puertas el pasado 1 de febrero, y esta vez fue diferente. Al igual que la poesía visual, la poesía «moderna» es un ámbito relativamente fresco, reciente en el cual algunos no nos acabamos de adaptar del todo. Pero Manuel Guerrero Cabrera, nuestro protagonista de la tarde, nos encandiló con sus versos rítmicos y llenos de suavidad y sencillez (en el sentido más puro de la palabra). Con su libro, El fuego que no se extingue, nos hizo sentirnos más humanos que nunca.
Manuel Guerrero Cabrera, de 32 años de edad, es profesor de Lengua y Literatura y poeta, al que le han sido otorgados reconocimientos como Pimiento de Plata 2011, ha sido autor de Estudios críticos de literatura del Siglo de Oro,Tango bailando con la literatura, Para despertar y de los poemarios El desnudo y la tormenta y Loco afán. Por otro lado, se define a sí mismo como una persona que sólo lucha por obtener todo el conocimiento y toda la vida.
Al hablar de poesía siempre pensamos en el gran Antonio Machado, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Gustavo Adolfo Bécquer o en el gran Miguel Hernández, entre otros muchos. Pero, si echamos un vistazo a sus poemas, ninguno de ellos habla de un microondas, ¿verdad? Pues así es como empieza este maravilloso libro poético. En la composición «Poema para microondas» nos invita a tomar una infusión mientras leemos el resto de ese «frágil volumen». Es tan solo con este comienzo cuando sentimos (los allí presentes) que no presenciaremos una poesía común sino que encajará con nuestro día a día, y lo que esto conlleva, nuestros sentimientos de «andar por casa» que queramos o no siguen siendo sentimientos que no pecan de sentimentalismo.
El fuego que no se extingue es una progresión de sensaciones que no nos dejan indiferente. Una puerta abierta donde el lector puede asomarse para compartir estremecimientos, leer este libro supone recorrer toda una vida. Manuel Guerrero Cabrera (a pesar de su temprana edad con respecto a otros poetas) parece saber muy bien los temas que trata, así como el enfoque que les da. El amor, la muerte y la belleza de la vida rutinaria son las materias que utiliza en poemas sin rima (en su mayoría), pero sí con ritmo. Y es que ya lo he dicho muchas veces; para sentir, no hace falta que el verso sea alejandrino o endecasílabo, con rima asonante o consonante, sólo basta con tener ese Loco afán por la poesía y muchas ganas de sentirse vivo.
Finalmente me gustaría agradecer, una vez más esta gran oportunidad a la que nos invita la Delegación de Cultura de Priego de Córdoba y, en especial, a Mari Cruz Garrido Linares, coordinadora de esta Aula de Literatura, profesora de inglés y, sobre todo, gran persona. Gracias por acercarnos aún más al emocionante y sobrecogedor mundo de la poesía donde tristemente solo estamos unos pocos. De esta manera, invito a todo amante de este género a leer a Manuel Guerrero Cabrera y les pido (a modo de favor) que asistan a los actos poéticos que tenemos en Priego, sin duda de una calidad inapreciable. Así, solo queda exprimir la visión del autor frente a sus poemas. «Nuovo Cinema Paradiso» fue el único donde se paró, done se le hizo un pequeño nudo en la garganta, donde se le iluminaron los ojos bañados por un dulce recuerdo, es por ello que yo me quedo con este.
Gracias a todos por dedicarle un pequeño momento a esos grandes poetas.

La Semana Santa lucentina en la Guía de Fiestas populares de Andalucía (1982). Artículo en Campanitas

En el número 26 de Campanitas (2013) se ha publicado mi artículo «La Semana Santa lucentina en la Guía de fiestas populares de Andalucía(1982)».

(c) Manuel Guerrero Cabrera

Conservo en mi biblioteca la voluminosa Guía de fiestas populares de Andalucía dirigida por el antropólogo Salvador Rodríguez Becerra, que realiza un recorrido festivo-folclórico por cerca de ochocientas localidades andaluzas, lo que resultó en su tiempo (1982) el primer libro que recogía datos etnográficos básicos sobre las festividades locales. Nuestra ciudad, Lucena, ocupa cuatro páginas, de la 246 a la 249, a la que podemos sumar la número 250, dedicada a las aldeas de Jauja y Las Navas del Selpillar (que en el libro aparece erróneamente como «Navas del Cepillar»). Además de las que aún se siguen celebrando hoy (Fiestas aracelitanas, semana Santa, Corpus Christi, ferias de Santiago, de San Francisco y del Valle, y fiestas de la Aurora (nombrada como «Velada de la Aurora»); se citan otras que desaparecieron como las veladas de la Santa Cruz (3 de mayo) y de San Roque (16 de agosto) y la verbena de San Rafael (24 de octubre), si bien es cierto que algunas de ellas se han tratado o se están tratando de recuperar recientemente.

A nuestra semana Santa se le dedica un artículo de casi dos páginas que comienza con una afortunada introducción sobre la santería, puesto que afirma desde la primera línea que «Lucena en Semana Santa es lo mismo que hablar de “Santería”» y añade que sobresale tanto que las cofradías pasan a un segundo plano. Para que quede claro, a continuación se afirma que la santería es algo único, un modo propio de nuestra ciudad «de llevar a hombros las imágenes»; por lo que, para matizar esta cualidad lucentina, se realiza un breve recorrido por los orígenes destacando el influjo del mundo agrícola, debido al empleo de palabras como «manijero» o «cuadrilla», o de la alfarería con motivo del uso del correón. Posteriormente, desvelando sus fuentes, comenta el paso del correón a los hombros citando a Manuel Alba «La Chana» sobre la necesidad de la «marca» y las «cuñas», y a Francisco Sánchez González acerca de las «juntas» y del cante de «saetas santeras».

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Al final de la introducción, encontramos apreciaciones muy valiosas sobre lo que acabará llamando «el arte “de Santear”», de las que destacamos las dos siguientes: «Cada hombre tiene un sitio, y cada sitio es para un determinado hombre» y «Cada imagen “se santea” de forma diferente, con toque distinto de tambor que mide y reglamenta los movimientos de la cuadrilla que lleva el paso».

Finalmente, el apartado de semana Santa concluye con una valoración crítica de la santería de cada paso, en lugar de una descripción artística, como en otras localidades.

El domingo de Ramos procesionó únicamente la Pollinita, de la que sabemos que la cuadrilla era joven, que se subió en tres tiempos muy nivelados y reposados, y que tuvo «un botado muy propio» de este paso hasta la calle Curados.

El lunes Santo realizó su salida el Cristo de la Pasión («Derribo»), que se subió en tres tiempos muy nivelados y mantuvo un botado muy corto y picado todo el recorrido, y la Virgen de las Penas, de la que solo se destaca la juventud de los santeros («casi niños»). Únicamente en 1981 y 1982 coincidieron estas imágenes en las calles de Lucena en lunes Santo.

Del Martes Santo ofrece más detalles comenzando con el Cristo del Amor del que reproducimos la crítica completa:

 Inicia la carrera en tres tiempos. Primeras «horquillas» de tanteo, bastantes nervios que se apaciguan después de la primera saeta. Hay que destacar la esquina izquierda, su contraesquina y el repisón del manijero.

 Notemos lo curioso de que el Nazareno del Amor, a diferencia de lo que viene siendo habitual desde hace algunos años, no se subiera directamente al hombro (al igual que la Pollinita y el Derribo), sino en tres tiempos, a lo que se suma el aspecto novedoso de referirse al nerviosismo de los santeros en los primeros momentos de la procesión. Aunque lo más llamativo es que señala los sitios que, según el artículo, han hecho una buena santería: la esquina izquierda, su contraesquina y el repisón del manijero.

Continúa el martes Santes con el comentario de que toda la cuadrilla del Cristo de la Misericordia (se refiere al de los «Camisitos») estuvo bien, pues subió el trono en tres tiempos a los hombros y le dio su «verdadero paso». Respecto a Nuestra Señora de la Paz y Amor (no aparece nominada como «Campanitas») se comenta que tuvieron dificultades para coger el paso en «las primeras horquillas» (nótese el uso del femenino, en lugar de «horquillo» o «jorquillo», posiblemente tomado de las expresiones «descansar en las horquillas» o «tomar las horquillas», acciones que suceden cuando el manijero toca el timbre), aunque más tarde «nivelaron para seguir con un paso corto muy mecido». Ese año el Cristo de la Humillación fue botado en exceso; en cambio, se alabó la buena santería de la cuadrilla de la Virgen de los Dolores «Servitas».

En cuanto al miércoles, solamente con el Cristo de la Misericordia (evidentemente, se trata del Cristo del Silencio), se afirma que tuvo la cuadrilla más nivelada de toda la semana Santa con un paso mecido.

Extrañamente, del jueves, solo valora cuatro de los siete pasos que procesionaron aquella semana Santa: el Lavatorio (recordemos que se reincorpora a nuestra semana mayor definitivamente en 1981 con la Cofradía de la Santa Fe) comenzó en tres tiempos con un ritmo picado muy corto y a medio paso, el Cristo de la Columna (del que se anota que es el paso más difícil de realizar) tuvo un paso corto y rápido, la Virgen de la Esperanza realizó su recorrido con el medio paso «que caracteriza a esta imagen», y el Cristo de la Sangre desfiló con un paso sereno, asentado y largo (se indica que esto se debe a su tamaño), con un maceteado alegre en las esquinas.

En cuanto al viernes, se describe la estación penitencial de Jesús Nazareno con esmero tanto en los instantes previos a la salida como en los momentos tradicionales (Plaza Nueva, Coso, calle el Agua, etc.). De la santería de Jesús, se indica que la cuadrilla dio el «verdadero paso de Jesús, dando de atrás y aguantando la delantera»; como contraste, no se comenta nada acerca de las cuadrillas de San Juan y de la Virgen del Socorro. Como colofón al viernes, comenta que por la noche procesiona el Santo Entierro, «único en el que se permite que los santeros vayan con los pies algo abiertos para conseguir el llamado “coleo”», por lo que los santeros no avanzan «hasta que son dueños del ritmo».

La Virgen de la Soledad es la única procesión del sábado Santo. En 1981 siempre llevó el mismo paso, que califica de tradicional: «paso frágil, pareciendo flotar sobre las calles».

Finalmente, cierra el domingo de Resurrección con el Resucitado, que tuvo una cuadrilla joven y que «estuvo bastante bien durante todo el recorrido».

Pese a este análisis, debemos advertir que la fuente del artículo de la Guía de fiestas populares de Andalucía ha sido la Gaceta lucentina, publicación que tuvo nuestra localidad desde 1980 hasta 1984. En el artículo mismo se menciona que ha tomado los datos de varios años y de varios artículos, lo que debemos matizar. Por un lado, el análisis solamente hace referencia a la semana Santa de 1981, ya que las procesiones que se valoran coincidieron únicamente en ese año; por otro lado, además de las críticas escogidas del decenario, se han reproducido palabras de los escritos sobre santería que Manuel Alba «La Chana» publicó en aquellas mismas páginas (concretamente, las del 1 de abril de 1981); así, las consideraciones que se vierten sobre la Columna, Jesús, la Sangre y el Santo Entierro, curiosamente los pasos tradicionales, son transcripciones literales de sus palabras, optando por una descripción general de estos pasos y no del modo específico en que se santearon aquel 1981. De esto podemos deducir que muchas cosas han cambiado, pero esencialmente se mantiene lo importante: la santería.